El ritmo constante y el camino despejado habían hecho que dejara de mirar a su alrededor, que dejara de contemplar lo que a su lado se extendía, que se centrara tan sólo en su monótono devenir.
Pero el paisaje se revelaba, se hacía presente y reclamaba su existencia como objeto de admiración, que si no observado, al menos, sería reflejado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario